¡Mírame! y dime:
Esta congoja
que habita
se detendrá.
Me llueven
cristales de sal.
Las guerras
al filo
de piras de vidas.
Los insensibles oyentes,
invidentes.
Las insaciables
garras
del capitalismo,
que mora
en los cimientos
de las mentes dormidas.
Las marionetas
no batallan
por el milagro
de la vida
sino
por el superfluo
riego de la codicia
de sus dueños.
Enmudecen
a la existencia
de un mundo
que vocifera.