En los vórtices desnudos de un mundo
donde se sueña el pan más que se come,
un alma enteca, reducida a epítome.
cohabita con emboques furibundos.
No existe oropel en sus rostros oriundos
ni abrigo en la fría noche que los carcome,
en un declive moral en constante desplome
únicamente el semen del mal es fecundo.
La inopia —no sólo es de bienes o haberes—
es hambre de cielo, loco sinsentido,
necio disparate donde los hubiere.
con los pies descalzos pero el pecho erguido.
caminan harapientas huestes de seres
cuyo único delito es haber nacido.