Un rastro; una huella que se deja al paso de cualquier materia, sea esta agua, fuego o carne. La impronta que deja puede ser permanente como la marca del fósil o tan exiguo como la permanencia misma.
Sin embargo, sin importar la marca, la energía con la que se aplasta sobre la crisma dejará remanentes incrustados como diamante en bruto.
Y así mismo los recuerdos que se piensan, las emociones que se sienten y los anhelos que se anhelan se quedan algentes, antropomórficos, ceñidos a la amígdala como tatuaje sobre un lienzo.
Solo el tiempo confiado de su paso etéreo puede disipar aquello que se quedó tallado.
-M.G.
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Esa una magnífica prosa todo tu poema. Y despliega un pensamiento, una reflexión muy profunda.
Excelente !!!
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Excelente, sobretodo el final. Saludos cordiales.
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Muchas gracias por leerme.
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