El poeta es un imbécil,
mientras ve amanecer
sufre el envite de la brisa
que le aleja de la memoria
ajados sentimientos
que se enturbian
con el paso del tiempo.
Un soñador sobrevive
a los disturbios de los arrabales
habita en los ideales mediocres
en los que el amanecer es eterno
y las muertes se encadenan
a la evocación antigua
del ser humano indómito.
El hombre es una golondrina
buscando un amplio horizonte
en el que sumergir sus miedos
pero las nubes cubren la luz
y acongojan a los menesterosos
que declinan la invitación
que alguna vez les hizo el cielo.
Quién fuera aprendiz de Quijote
para defender ínsulas y Dulcineas
pero las olas del mar destruyen
las más hermosas fantasías,
castillos de arena y sal
que nos alejan de los disturbios
de un porvenir no augurado.
La rosa de desierto me cautivó
su arena conformó mis vivencias
haciéndome buscar la muerte
su soledad la cubre un sol de justicia
y un páramo infame que la destierra
condenándola a un triste olvido
en el que es rea de un amor nonato.
La buena suerte nos esquiva
busca un ídolo simple e infame
en el que guarecerse
para hacernos ver
que la vida es un don de dioses
y nosotros simples mortales
con nuestras risas y llantos.
Apiádate de mi sonrisa
no hagas llorar a mi memoria
soy hijo de un dolor eterno
en el que las gaviotas buscan el viento
y el invierno se aleja con miedo
intentando guarecerse
del dolor de lo nunca acontecido.