Illo Tempore

Ella tiene manos inmensas,
como esa poesía
que le crece entre los dedos
y usa para acariciarme,
como lo hace con el gato,
o la anciana perra
que duerme en el corredor.

Tiene la sana costumbre de esperarme
con la luz encendida
al pie de las escaleras
para que no me tropiece
subiendo hacia la noche
que espera en el dormitorio,
mientras un helado aire
resbala desde la montaña
y se esconde bajo las sábanas.

Ella tiene prácticas extrañas,
plegarias que acomoda entre los labios
mientras me mira desaparecer
confundido con mi sombra.

Se aferra a canciones que ya nadie canta.
Sabe que siempre regreso a sus manos,
después de todo, incapaces de recordar
lo que nunca se olvida,
admitimos que lo único real,
son las caricias que permanecen
en la inmensa soledad
de la hoja en blanco,
cuando ya nada importa.

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