Homúnculo

Se dispersa el homúnculo
por encima de este valle de lágrimas
anhela escribir, justificarse
pero la soledad solo derrama
la espuma de su única cerveza.

No hay billete que alimente su existencia,
en su alcoba pican por igual el bien y el mal,
son dos zorros adentrándose en el mismo truco,
sus visiones y nubes cargadas de evidencia
que la chapa de la llave descompone
al abrir y al cerrar la historia en las narices de la puerta.

Quisiera saber, porque todavía sigo llorando,
el Cielo no es albo tampoco gris,
no hay rescate de mi mismo,
de la forma en que el entorno y lo ajeno me afecta,
pero es una lluvia, de un largo rato…
Parece el arpegio de mi depresión crónica,
la tonada más triste con que la eternidad
corroe mis huesos, mis tantísimos años,
y maldita la cosa en aumento.

Porque soy ceniza del último día
y me estoy quemando,
un horario de coma profundo,
un estuche de quimeras sin ciclos,
porque no estoy apto,
para cargar rencor.
Sí, y me importa tan poco,
quizá no son ellos
sus decisiones, sus reglas del orto
o mi fortuna en la mesa de apostar,
quizá solo sea un anacoreta,
con la piel demasiado gruesa,
y con el más grande corazón.

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