Hombre en cruz, cayéndole la fina lluvia de primavera.
Las arenas movedizas del desierto tragan, terroristas locos de ciudad.
Aguas de cascadas, queriendo romper la roca niquelada.
Resistencias inertes de unas voces, que se ahogan.
Cuando vemos llorar una rosa, en un jardín lleno de metralla.
Húmedos níqueles verdes y amarillos, torean las conciencias.
Azufre en el ambiente gaseo lean, brutales asesinatos, en la sombra.
Regalillos de aguas cristalinas se vuelve rojas.
Sale la mañana triste, un sol tímido, se refleja en los refugiados.
¡Este genocidio tiene que parar, ya!