Resucitan los caballeros negros,
la orden maldita,
los perros de la guerra,
hienas salvajes,
asesinos crípticos,
positividad nula,
ausencia de empatía
o compasión.
Hoy decidieron quemar el bosque
y los edificios de las ciudades,
degollando neonatos,
violando adolescentes
frente a las hogueras
en las que se consumen sus padres.
No cesa el grito
y no sé qué hacer.
Condenado a contemplar la muerte una y otra vez,
la imaginación y la pérdida de seres queridos.
Castigado a permanecer igual mientras todo cambia,
cuando el cielo azul es invisible tras el humo negro
y cuando la tortura se ha convertido
en principal medio de comunicación.
Me repito:
“si cierro los ojos,
si no lo veo,
no me hará daño”.
Y es el final, el final,
el final de la noche,
lo sé, lo entiendo,
sólo hace falta paciencia,
pero los sueños reniegan,
nunca llega el amanecer,
y si lo hace,
perdido en las nubes,
no es como lo pintan:
Tranquilo, cálido, apacible,
no,
sino furioso, abrasador,
queman mi piel,
sólo la mía,
nunca la de mis enemigos.
Pues los rayos
se alimentan de sangre humana.
De lo que ellos nunca fueron.