Mis manos endurecen
a pesar de las mantas
que recubren mi piel
y el viento levanta
atacando mi sien.
Cercano a perecer
mi sangre se enfría.
Jamás sabría
acabar los meses.
Bañado en miel
en el río de la santa
donde no se canta.
Sólo se escucha a ella,
ella, la muerte.