Cuando el corazón se
resiste a convertirse en
cómplice perverso de la infamia
que envenena las voces
que profieren
los atribulado labios.
Cuando la mente no concibe
la insensatez de la fingida
actuación que se refleja
en el sarcástico rostro.
Cuando detrás de la cándida
mirada se ocultan despóticas
imágenes de la falsedad.
Cuando la frívola sonrisa
esconde el apoteótico gesto de la falacia en la
arrogante careta.
Cuando al unísono del
halago se maquinan
oproviosos deseos que alientan
la envidia y la cobardía.
Es la malvada intención que
encubierta por lúgubres
bambalinas espera
su pérfida consumación.
Es cuando el falso y cordial
saludo se clava como traicionera daga en las entrañas de la
mentirosa amistad.
Es cuando se confabulan en
contra de la verdad, ruines pretenciones,
a través de la fraudulenta
actitud de la sinceridad.
El hipócrita disimula el
cinismo de sus intrigas, fraguando apócrifos escenarios de amabilidad, pero
la maligna sombra que lo
acompaña, siempre lo delatará.
Muy acertada exposición de la hipocresía a través de sus versos. Una lectura con la que es muy fácil identificarse y reconocer toda la verdad que recoge. Un cordial saludo!
Qué potencia en tus versos mi estimado Prof. Mucio.
Es un mensaje estridente y muy válido hoy, como siempre. Siempre habrá hipocresía a nuestro alrededor, en mayor o menor grado.
La hipocresía, amigo Mucio, es más dañina que el coronavirus, pero una vez develado su rostro, hace más mal a quien la practica que al afectado; porque al restablecerse se hace inmune y es capaz de reconocer hipocritas hasta por el olor.
Muy buen poema.
fuerte abrazo.