Hay pueblos
que dícense elegidos
por la gracia divina,
y, en virtud de esa gracia,
les asiste el pleno derecho
a defender sus vidas
con fusiles y pistolas.
Hay pueblos olvidados
que decláranse invisibles
por la gracia humana,
y, en virtud de ella,
carecen de derecho alguno
a seguir existiendo,
que sus vidas no les pertenecen,
ni la tierra que pisan,
en la que echaron sus raíces,
ni el aire que respiran
destilando un trágico hedor a sangre.
Según ley no escrita,
hay pueblos elegidos
con derecho a vivir,
aun a costa de matar
a quienes incumplirla osan
armados hasta las cejas
con bocas sedientas,
estómagos vacíos
y corazones desgarrados.
Hay pueblos sin elección,
solo con derecho a morir,
a dejarse aniquilar
sin poder defenderse,
que la ley no escrita dictamina
que han de fallecer a tiros
o a sucumbir de hambre,
mientras resuenan ecos de bombas
que sin piedad los masacran.
Al pueblo palestino,
al que solo asiste el derecho a morir