El río corría junto a mí, también quería verla, estoy seguro. Una tarde, cuando ella lavaba ropa en sus piedras, él refrescó el rostro de ella con sus aguas, y la alegría en su cara, reflejada en el espejo fraccionado de sus aguas, bastó para que el río se enamorara; como me enamoré yo cuando la vi, esa misma tarde, recogiendo la ropa limpia. Ella, con su cesta, se alejó del cauce, y de mí. Y por eso los dos, el río y yo, corremos, buscándola. El rio para salpicarla y yo para darle un beso.
la primavera
hace correr al río
me alegro yo.