Me mantendré apartada,
habitaré esta casa llena de evocaciones
donde cada objeto, cada cuadro, cada libro,
me mira con altiva indiferencia
con el humano transcurrir
de las cosas inanes,
pero que custodian el latido
el color y el calor de quien las mira,
quien percibe su luz
con el inclemente temor al olvido,
donde hay duende y amor en cada esquina.
Habitaré esta casa,
en la muda templanza que me alimenta
lavando la culpa y el lamento,
la desdicha, el alterado gesto y la tristeza,
en el duro recorrido de ser humana.
Porque sin estas paredes que me cobijan,
la lluvia, ya no es lluvia sino tormenta
y es el miedo que oscurece la impotencia
de no volver a ver la luz que nos encienda,
de perder la estrella que nos guíe,
de caminar solos en la inmensidad del universo.
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