“Yo había puesto
encima de mi pecho,
un pequeño letrero que decía:
“Cerrado por demolición”.
Y aquí que tiene usted pintando las paredes,
abriendo las ventanas,
adornando la mesa con la flor amarilla
con que paga el otoño sus encantos.”
Carlos Pellicer
Estaban las brasas a ese rojo vivo, compartían su calor a aquella olla de barro con el vital líquido,
un vapor invadía el silencio del lugar saliendo por aquella ventana con dirección a los bosques de infinito invierno. Y pasaba la madrugada y el sol se asomaba, preparo una taza con café y sentado en una silla en medio del comedor, suspiro y me levanto con rumbo al baño, termino de vestirme con esos pantaloncillos color gris y ese saco verdoso, tomo mi maleta y el sombrero, doy el último sorgo al café, abro la puerta y salgo sin voltear atrás.
Dos candados fueron necesarios para esa puerta, era evidente el paso de los años sobre esa madera de cedro. Un clavo arriba de ella y el letrero con la leyenda:
“Cerrado por demolición”.
Apenas daba dos pasos con dirección opuesta al viento y una voz armonizaba el momento diciendo:
Buenos días, ¿Podría indicarme donde está la casa pintoresca del caballero de Zeus?
Con mi mirada hacia el suelo guarde silencio por un momento y exclame:
Ya está cerrada por tiempo indefinido.
Seguí caminando y nuevamente esa voz me grita:
Disculpe, disculpe ¿acaso si entiendo mi pregunta?, seria tan amable de indicarme donde esta esa casa.
Subo mi mirada hacia esa voz y descubro quien estaba detrás ella. El parpadeo de mis ojos se inmoviliza y no daban cavidad a lo que veían, eran unos ojos color café detrás de unas gafas, un vestido rojo cubría su cuerpo, un collar sencillo adornaba su cuello, unos tacones color vino hablaban de su postura sobre el suelo, en sus manos unos guantes y en ello un anillo con dos hojas de árbol encontradas entre si dando espacio a su presencia y al final ese aroma a coníferas de verano.
Solo le dije:
Sígame por favor.
Quité el letrero, abrí los candados y seguido la puerta, le manifesté que me espera por un momento que enseguida la hablaba al caballero de Zeus.
Rápidamente ingrese a la casa directo al baño, me cambie de atuendo por algo de blanco, salí del baño y sorpresivamente ella ya estaba sentada frente al brasero y dice: ¿es usted verdad, y que esta haciendo?, a lo cual respondí:
“Y aquí que tiene usted pintando las paredes,
abriendo las ventanas,
adornando la mesa con la flor amarilla
con que paga el otoño sus encantos.”
Y ella rápidamente se pone de pie y corre hacia mí,
nos abrazamos tan fuerte como aquello que tanto esperábamos.