Tu sabes que la silla de atrás,
te toca a ti;
la ultraligera prosa de una creación,
la persona relegada
a una mañana de gloria,
a su espíritu y soberbia,
que quizá nunca lleguen;
Y tú voz también yo la pienso,
me han jodido mucho
y jamás he desviado
en mi hueso su asombro,
literalmente -
vaya forma de perder,
de escupir piedras
tragar lava
y la costumbre estrafalaria
de coleccionar escombros…
¡Nos lastimamos! ¿Cierto?
y sin quererlo,
las cosas pasan,
el recuerdo de nosotros,
las garras negras en la pared,
un órgano compacto y juntos,
girando
estruendosamente
cómo pirinolas del hado,
independientemente,
de falencias e impertinencias
y lunáticos sentimientos
defendiendose con navajas…
Porque de nada sirve
la falsa modestia,
colorear los soles
después de un abrazo
sin cuartel,
tu número y segundos,
partícipes de una ceniza
de un final a medias
y de una calculadora