Dorada ave, con una llave por pluma,
que abre la cerradura de la celda,
en donde encerró su corazón.
La conoces. Eres tú.
El mundo y sus formas desdibujadas,
en la apariencia encriptada,
de tus deseos.
Nardos de tus cabellos.
Guardados en un baúl de roble,
cerrado en la cumbre,
del amor.
Una dedicación esmerada.
Fuego fatuo tu alma cálida, efímera,
ardiendo aún en el colapso,
y la epítome.
De una estrella fugaz.