Frustración

Al firmar, por fin, la paz con el mundo,
me apresté a mi memoria concitar;
quería mi vida interior narrar,
rescatar mis pensamientos profundos.

Mas no conseguían mis torpes manos
la imagen de mis sueños proyectar;
tampoco mis lentos dedos podían
seguir el ritmo de mi corazón.

¿Cómo cumpliría pues el empeño
de mis grandes anhelos describir,
de plasmar mi espiritual legado?

Tras un tiempo probando, concluí
-con cierta desazón y resignado-
que no tenía nada que decir.

3 Me gusta