Cuando te veo, me obsesiono,
me embeleso,
y el sufrimiento cesa.
Como una droga,
como un niño
al seno materno.
Entre nuestros incómodos
sentimientos,
siento celos,
un amor-odio desmedido
hacia mí,
hacia la mirada que fue mía
y perdí al crecer.
La madurez, sobrevalorada,
me deja, al verte tan cercano,
deseando volver a casa.
Allá, cuando éramos uno,
cuando éramos
dos contra el mundo.
Ojalá vieras esto
al mirarnos.
Y no me juzgues de cursi
en tus adentros
y te de ternura
y con ello te alcance
para devolverme
aunque sea un segundo
la mirada que perdí
en tu rostro, al dejarlo.