Flor de las geishas

Mujer mítica, tenue, de exotismo y de ayer,
¡oh, eres todo lo insólito, tú, fantasma o mujer…!
Dime, flor de las geishas, ¿dónde queda Japón?
Ya has dejado tu Troya y olvidado Cartago…
solo un guiño me dejas, como un céfiro vago.
¡Oh, princesa de China…! ¡Estrellita de Orión!

Cervatilla del oro, de la sangre de plata,
tú haces la énea flor… tu pie que ata y desata.
Tú eres flecha y flechada, cazada y cazador,
toda sangre o herida, dormidera o cicuta.
Tú eres sueño del necio… ¡oh, segur resoluta!
La verdad de lo incierto tras mi ensueño de amor.

Y recuerdas, al fin… que no existe ese mundo
donde no compartamos el vergel sitibundo
del «te quiero, me quieres» al que sigue el rubor
de los bailes de Oriente y una reina felina.
Tu poder todo puede. Suma y luego elimina,
como dama imperial que ha burlado al pastor…

Y eres niebla y verdad como ninfa y laurel:
lámina de Reinoir, ¡oh, ánima del pincel!
Diminuta luciérnaga que has cruzado el albor
siempre niña y hermosa… ¿dónde queda el ahora?
¿Dónde vas, peregrina? ¿Qué clarín tu alma añora?
¿Cuánto esconden las vegas? ¿Es tan claro el alcor?

Y me recuerdo, al fin… que no existe la paz,
van y vienen los sueños, como un astro fugaz.
¡Lo que soy, solo polvo! Ya ni lira ni voz:
lo que tengo, ilusión, cuanto sé, una mentira.
Y me empeño en volar… como la hoja que gira,
hasta verme en tus manos de mujer y de Dios.