Noche dulce y tranquila
brisa tibia y fragante
hoy termina la fiesta
noche de despedida.
Las gentes se congregan
camino de la playa
se tumban en la arena
comienza la función.
Ramilletes de bólidos de fuego
se cruzan en la bóveda celeste
unos y otros se buscan
queriéndose encontrar.
Mil carcasas en racimos estallan
alumbrando con sus lágrimas de oro
la plácida atalaya
que observa fascinada.
Sibilantes cohetes
cual errantes cometas siderales
viran hacia la tierra
sellando su destino.
Fastuosas supernovas exhiben
en la pista de un trémulo universo
su danza atronadora
con cegador destello.
Enjambres de artefactos voladores
que en las negras tinieblas se adivinan
se baten en altura
trocándose en cenizas.
Tras tal demostración
las fauces del océano
liberan, entre arcadas,
luminosas bengalas hacia el cielo.
A medida que la fiesta progresa
el aire se enrarece
y un viento huracanado
pregona sus lamentos.
Sublime armagedón
pirotecnia genial
al alba nosotros no existiremos
seremos pedernal.
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Muchas gracias, Pedro Manuel, por comentar mi apocalipsis termonuclear disfrazado de fuegos artificiales. Saludos.
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Muy hermoso y explosivo…El estruendo final de la fiesta.
Lo visualicé y hasta me olió a pólvora…
Esas sensaciones las saben bien los del Levante.
Saludos, Antonio. Buenas noches…tranquilas, eso sí.
Brutal poema! me encantó!
!
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Cierto, María; aquí la pólvora y el fuego son como un rito tribal. Gracias por leerme y comentar.
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Muchas gracias, Marta, por tu comentario. Saludos sabatinos.
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