Marie clémentine chantall, ese, era mi nombre.
Y lo digo en tiempo pasado porque toda historia transcurre para morir… Y es de allí de donde extraemos tanto su néctar como su espanto.
La muerte tiene una trayectoria que nunca se detiene. La muerte es siempre una señal. ¿Será por eso que amamos tanto las señales? Y ya en tu mirada dios me fulmina…
¿Comprendes ahora el poder amatorio y mortífero que ejerces sobre mí?
Desde pequeña Marie siempre ha tenido la grávida necesidad de fijarse en un punto.
Y ya mirando al cielo pensaba… ¿es, acaso, esa estrella la razón de todo nacimiento?
Para amar un punto, para obsesionarte con él debes gozar de una severidad personal profunda y contundente. Y Marie gozaba de ella
Es que solo siendo severos con nosotros mismos somos capaces. Y de allí el amor por la atención, lo mismo que por la fuga.
Pero quizá sea necesario comprender y, más aún, explicar lo que quiero decir con ello.
Fijarnos en un punto es poner toda nuestra existencia en foco, es decir, en cierta pose atencional y que el resto se ignore, es tomar distancia de todo lo mundano para que nuestra mirada fascinada en el punto atencional se derive y desviva, se obsesione o simplemente se vuelva algo maníaca en torno a ese punto en cuestión.
Así entendido, fijarnos en un punto es común a estar enamorados.
Es poner nuestra mirada en estado de turgencia y foco, para sólo dirigirla a nuestro objeto amado. Y que nuestros ojos llenos de pasividad simplemente se dejen encantar mágicamente y sin explicación aparente por él (objeto de nuestro amor, o simplemente, vana justificación a nuestra necesidad de satisfacción del impulso sexual animal cada vez más debilitado).
Y, entonces, cabe preguntarnos… ¿es ese punto atencional igual todos? ¿da lo mismo cualquier punto? Y rotundamente contestaré: de ningún modo, focalizamos nuestra atención en los ojos de un Otro que misteriosamente, que mistéricamente promete ser un encanto con y para nosotros de algún extraño modo y sin demasiada explicación.
Y es en ese despliegue de la fijación hipnótica que los ojos son capaces de llamar pasivamente, de increpar, de interpelar, de pedir, de incitar al otro al raptus.
Es justamente, el poder hipnótico de los ojos claramente femeninos vistos frente a frente el que posibilita la acción masculina del rapto. Es la manifestación desnuda del deseo de ser raptada, secuestrada, violentada (en sentido de vigoroso acto sexual)
Y a la vez, la mujer ama sentirse fijada en su objeto, es decir encontrarse tomada, hipnotizada por él. Y con razón a dicha hipnosis obedece todo valor erótico, toda fascinación de la mirada y posada en la voz. Ojos y orejas se erotizan, se erizan, y es a condición de ello, que la piel se electriza y presta atención.
El orden secreto de nuestro mundo se rige ( lo mismo que ríe) de nuestro punto fijo, de nuestras obsesiones
La gente teme al hechizo, al bebedizo, a la electrocución. A cierto estado, por qué no, enfermizo…
Después de todo, ya todos lo sabemos, quien se enamora está preso de una grave patología, siempre preso, nunca libre.
Marie Clémentine Chantall amaba el estado de gracia y ebriedad al que la sometía el proceso hipnótico atencional que proponía el Otro, su objeto, su punto fijo, su estado obsesional.
Ello la hacia girar, la llenaba de frenesí y de momentos: la extasiaba…
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Extraordinario enfoque sobre el enfoque, es absolutamente cierto la fijación de los puntos, no solo en el amor, sino en cualquier objetivo material o abstracto que un ser se plantee como meta inmediata. Amar es una meta biológica.
Lo que percibimos como la promesa del “'Otro” no es otra cosa que la gestión de la célula en busca de extender su núcleo.
Aplausos @Azcari ,. De verdad que me cautiva tu relato.
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Gracias Domingo! Gracias por leer y compartir, por ser compañeros de obsesoones:sparkling_heart:saludos Cari
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Qué interior el tuyo al escribirte, amiga… Gran reflexión a ese punto…
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Gracias Tali por tu vompañia y lectura y tambien gracias por tu generosidad:rose:saludos Cari
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A ti, Carina! No dejes de escribirte!
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