Extraño tu vuelo
y el silencio es la respuesta
a los ojos que te buscan.
No te veo en las mañanas,
ni en las tardes
y me pierdo y me confundo
persiguiendo tu silueta
en las sombras que comienzan.
Es inútil el correr tras la utopía
de unos sueños invisibles
que nacieron y llevaron
la sonrisa hasta mis labios.
Es absurdo continuar en ese bucle
de resacas y mareas, como un mar,
que, ya cansado, va a morir
sobre la arena de la playa.
Los suspiros te acompañan
como dulce melodía en ese instante
en que agachas la cabeza
y contienes una lágrima rebelde
que se escapa de tus ojos.
Nada entiendes, ni comprendes
de la ausencia y el olvido
que te quema las entrañas.
Te postulas y preguntas
si la culpa es de tus actos,
o si alguna insinuación
fuera enviada lastimando los sentidos,
y ese vuelo, en “libertad”,
que yo siempre he vislumbrado
en tu persona.
Si es así, y soy culpable, dímelo,
pero que sea con palabras que yo entienda
y me acusen de la falta cometida
y asumiré, si es lo correcto, lo que digas,
aclarando, si es posible, discrepancias
de la niebla y de la bruma que separa
nuestras vidas.
Ya no sé qué más decirte, mariposa,
pero espero que me leas y te lleguen
estas líneas mal escritas y con ellas
el cariño y la ternura que nació
y que te profeso, con respeto.
Desde el tiempo y el silencio
yo quisiera que los cielos
me enviaran tus palabras
y con ellas la respuesta
para ver tras esta tiniebla
lo que ahora se me escapa,
y no veo, porque estamos en invierno
y no sales a volar ni a regalar,
con tu presencia, el colorido
y el candor por los caminos.
Rafael Sánchez Ortega ©
05/01/25