Oh, Historia… apiádate y cállate.
Oh, Historia, ya tienes suficiente dolor — no estoy aquí para borrarlo.
He venido para quemar tus páginas corruptas y triturar los huesos de quienes traicionaron el nombre.
Camino entre los hombres como una verdad que no se vende,
veo rostros cuya sonrisa es un escaparate en venta,
y tuerzo los cuellos de las mentiras hasta escuchar su gemido.
Ya no pediré los cielos; agotaré la tierra hasta que me devuelva mi derecho.
Volcaré las mesas de los falsos débiles y arrojaré sus máscaras al fuego del alba.
Una bofetada a la mejilla del tiempo si osa seguir robándome.
Quien reclame justicia que venga con sus propios pies, no con palabras alquiladas.
No soy una voz que comercia con la compasión; soy una llama que devora todo grillete que me sujete.
¿Y mi pluma? Una espada sin vaina que corta los contratos de la traición y escribe los nombres de los vencedores.
No creo en la amistad del que ha sido traicionado por el destino, ni en la compasión del que negocia con la sangre.
Meted vuestras ideas sucias en vuestros bolsillos vacíos; idos — que el camino hacia vuestra felicidad no volverá a vosotros.
Soy Khaled: no soy ángel ni demonio; soy el fin del juego para quienes traicionaron el sueño.
Buscadme entre los escombros si pensáis que he sido derrotado; no hallaréis más que ceniza ardiendo en celebración.
Y de mi ceniza construiré una corona de venganza inolvidable, porque la victoria no se concede, se arranca.
Que la tierra sea testigo y que el cielo guarde silencio; vengo sin piedad ni intermediarios.