Como un reflejo de arcoiris
y ese anhelo de lo eterno
siempre tratando de alcanzar
el toque íntimo de lo perfecto.
Sin aguamarinas en los ojos
negais que este mar sea inmenso,
que efímera es la vida del océano
para este observador perpetuo.
Clamores que van cayendo
sentenciando lo concluido
con hilos indelebles tejen
que lo hecho ya está hecho.
Y con un gran bostezo sin fe
de un largo ayuno infinito
en las frialdades del vacío
lo que debió ser y nunca fue.
Tus dedos en la curva del tiempo
que busca el regresar del daño
el que se escribiera indeleble,
en la frialdad de un vacío seco
¡Oh benévolas! Apartad la vista,
no veáis de mi vivir el pecado.
Permitid que otra vez sea amado,
ser feliz con su deliciosa risa.
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