Casi prohibidos
como el silencio del trueno,
el uso crónico de la razón
mata a trozos la verdad,
dota al miedo de levadura.
Mientras tanto…
inhibidos y absurdos,
buscamos calles climatizadas
con sonrisas y sombras de tecno sueños,
bazares con linimentos mágicos,
cofres de vanidad donde guardar
algún vestigios de vuelo verdadero que nos quedara.
No he calculado los litros de sangre
de niño que necesitan, de sus madres…
de sus hermanos y hermanas…
padres recogiendo pedazos de familia…
hasta llegar al altar y pedir por la paz.
Nombrar a los dioses por su nombre.
La historia es tan suculenta,
atrozmente atormentada…
tan exacto el rencor,
que huele a carne humana
por el retrovisor de la conciencia
y nadie dice nada.
Me acojo al destino,
a llamaros criminales
por esta maldita danza;
fusilad a vuestros dioses
de sangre eyaculada…
Pedro, me ha gustado mucho tu poema. Hay que ver cómo nuestra humanidad le gusta guardarse esos cofres de vanidad. Esa figura “de sangre eyaculada” me genera un sabor intrigante en la lectura. Me la pensaré. Gracias por compartir!
Es demasiado, creo que el listón a la locura ha batido cualquier récord, hay que poner coto a la razón…y no sabemos cómo…pero hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre. Da asco esta partitura de muerte.
Siempre intento escribir desde el respeto y tal vez no lo consigo…pero estoy cansado, amigo; palabras finas, reuniones, saraos para recibir a tipos que manejan la muerte como aquel que chupa un helado y son además, venerados como ejemplos de una sociedad libre. Sencillamente hay que reventar el sistema, no es justo ni necesario…