Ese otro paraíso

La deidad de una cola de dragón
fuma los episodios de una serie melodramática en Netflix.
Cuya leche da de beber a los ojos de un atardecer
de votantes, de muchas gentes…
Están todos ellos llenos de calcomanías, llenos de placebos amarillos,
de pequeñas migajas de oropel, de resorteras con sus pájaros heridos,
con mucha mugre de likes y dislikes, levaduras torcidas,
y playeras “I Love NY”

En el excel pirata de sus memorias, llevan cuerpos muertos
perfumados y vestidos de ambigüedad,
y en sus pesuñas había calambres de tanto resignar…
Nadie se pregunta, ¿Por qué los muertos llevan cintillos con frases:
¡Viva la democracia, justicia y libertad!?
Los sínodos de un vacío atormentan los aplausos de héroes de piedra
atontados por la caca de pájaros libres.

El dragón tiene dientes coloreados por mártires sin Facebook,
sombras desnudas en páginas de playboy,
y mucha verborrea para llenar bolsillos y bocas.
Es hincha del Real Madrid, The Beatles, la coca cola y a la “demon-cracia”
Polariza en sus entrañas a los hijos gemelos de una mujer sin padre y madre,
a esos hijos pequeñitos que extrañan el paraíso donde sus abuelos corrían
a quitar sus penas, antes que llegue la lluvia,
y a tender sus lágrimas para que se las lleve el sol.

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