Escucha, amor, te voy llamando…
La casa está vacía,
solo el eco de cocuyos me contesta
y la mar también te busca y te reclama.
En el jardín, se elevan los almendros todavía.
¿Y si te espero aquí,
con la mitad de savia que me queda?
¿Y si llegaras tarde, cuando la vida tenga
el color de la ceniza?
Escucha amor, ¿no vendrás nunca?
Estoy sola y el viento me acaricia.
Todo, todo irá muriendo: la vida, la congoja,
las salvias de la huerta y hasta los mirtos
que crecen tan cerca del abismo.
¡Cómo te nombra el mar, amor! -
-Pero este mar que te nombra ya no es mío.
Quizá llegue tu piel en esta tarde,
enredada en el disfraz de un verso.