Lluvia.
La angustia
fluye escondida
por recuerdos y dudas
soportando el dolor de tu partida.
Soy consuelo inerme en tu despedida
y lágrima varada
en la guarida
de mis
ojos.
Ojos
perdidos
en la esperanza
de encontrarnos de nuevo,
de negociar frente a frente una alianza
que me haga parar un tiempo que avanza,
que me arrastra y me sume
en la añoranza
de aquellos
días
cuando
la patria
de mi existencia
tenía por bandera
el sutil disfrute de tu presencia,
hasta que el rigor de la decadencia
de la carne anunciara
que tras tu ausencia
hay solo
lluvia.
Claro.
Soy claro
de luna llena
en noches de verano,
cuando el viento peina campos de avena;
en tardes gélidas de luz serena;
cuando intuyo tu rostro
en voz ajena;
con cada
gesto
tuyo
absuelto
por el pasaje
más bello de tu estirpe,
cuya piel admite ahora el chantaje
de los años y el dulce sabotaje
de palabras que anuncian
un nuevo viaje,
un nuevo
rumbo.