Eres…
la ofrenda permanente de mis noches,
la embriaguez de mis sentimientos,
la ebriedad de mi estado permanente
donde mis besos se balancean
en el abaniqueo del sentir.
Eres…
ese sueño constante
que en el despertar se perfila
como la sombra estable
de mis trashumantes horas
que caminan en un presente.
Eres…
esa madre, esa hija, esa amante
que en los crepúsculos
con su mirada me acaricia
y en el anochecer
en su regazo me acurruco
a contar los latidos
de un corazón doliente.
Eres…
el rio de mis venas,
la fuente de mi anhelo,
el abrigo de mi frio,
el abanico de mi viento
en esos días de infierno.
Eres…
el sol que ilumina los reflejos
de la pedregosa senda
de mi fatigoso caminar,
la fría luna que refleja
el embuste de una vida
en la bóveda de mi cerebro.
Eres…
la intensidad de ese abismo
que me hace sentir vacío
cuando camino solo
en el sonoro ruido
de la caótica ciudad
sin tu delicada sombra
cubriendo mi espalda.
Eres…
esa caricia profunda
que el sosiego dibuja
haciendo
que el dolor se transforme
en un apacible reposo
en la cárcel de mis recuerdos.
Eres…
todo lo que no tuve
en mi sueño del destino,
porque eres…
todo lo que necesito
en el tiempo del sino
que nos queda.
Gracias de