Eres mía, como soy yo de la tierra
y de los espacios donde se cuece el trigo,
los alegatos, el jazmín de la mañana;
y el vestigio de un coleóptero en la memoria de un día…
Así le pertenezco al mundo, como si fuese la médula de un potro,
huyendo al presagio feroz de una letra sanguínea, raíces por doquier…
Eres mía, y eres como una niña escarbando una piedra derretida
en el eco de una orquídea, manchada de lagunas
y de un enjambre de centellas, enjuagadas en óleos nocturnos…
Eres mía, cierta y punzante. Tan grande y líquida,
como un árbol donde encierro mis ayeres y mis serpentinas
donde colecciono apios, estiletes y caramelos…
[Alguna vez allí vi a un niño, leyendo
con los ojos de un hombre amarillo de violencias]
Eres mía, sé que en tu guarda de papel atesoras: Silencios de canela para cada ojo,
una linterna y una brújula, y un pequeño abedul con sus sombras anaranjadas.
Tienes tantas vidas en la ubre de un miedo de madera,
tantas escarapelas por pegar en un tren…
Por eso eres tan mía, como lo que quise ser y lo que soy,
y aun llevando el sombrero de lo que me niego ser.
Te confieso, yo no quiero ser como me hallaste,
durmiendo en una lágrima, cuando caí de bruces en un alambique lleno de cerrojos…
Y apareciste justo, cuando dejaba de existir para las luciérnagas.
.