Me reconoció… Era yo un ave.
[Era yo una palabra gris.
Sonido de lluvia retorcida
en la memoria bautismal
de un espejismo]
La infancia de esa deidad
me llevó a sus ojos,
latiendo ornamentos de trigo
a epílogos binarios
en la faz cerrada de un mirlo.
Y tras tres silencios acabados
sonó el milagro del advenimiento
de lo que seré, entre sarmientos
y paradojas de sangre en la madera.
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Hermosa revelación poética, Héctor. Abrazo!
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Una delicia de poema compañero.
Un abrazo 
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Muchas gracias Juan. Mis saludos cordiales!
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Muchas gracias, Hortensia. Mis saludos afectuosos!
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Belleza y originalidad en tu atmósfera surreal!
Un cordial y poético saludo, Héctor!!
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Bellísimo descubrimiento en tus líricos y sublimes versos, sus ojos te descifraron, poeta!!! Abrazos!!!