Equilibrio en peligro

En el principio de los tiempos, justo cuando se apaciguaron los fuegos, apareció el Reino Mineral donde el emperador Petronio del espacio dirigía con su trono de luz los destinos desde las veleidosas gemas hasta el plebeyo barro. Los volcanes, mares y cielo eran todos suyos. Todo era concordia y paz.

Pero un día, de la nada, como el ángel lucifer, los metales y piedras preciosas se llenaron de maldad y soberbia. Liderados por oro y diamantes decidieron sojuzgar al reino. El pueblo constituido por cantera, caliza, arenisca y rocas comunes, sufría esa tiranía.

Petronio, aquel que derrite rocas y penas como mantequilla, no toleró tal insolencia y decidió poner un escarmiento restableciendo el equilibrio termodinámico, enfrió los mundos petrificando todo y castigó a los sublevados diseminándolos en cuevas y subsuelo, lejos del alcance de tentaciones mezquinas. Y de la tierra común hizo crecer la vida. Pero antes lanzó una advertencia: aquel día que salgan de su confinamiento estos materiales, infestados de vanidad y falsa riqueza, los días estarán contados.

He aquí que llega el curioso hombre y se contagia de su malsano brillo cargado de envidias y tentaciones que emanaban desde su escondite, como las luces estroboscópicas de antros de mala muerte. Los libera poco a poco y se contamina. La maldición esta cerca.

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¡¡Qué buenazo está este relato!! Tienes una prosa sueltecita… No sé por qué esto me recuerda a ese libro maravilloso de «Doce cuentos peregrinos» de García Márquez —cada vez que me acuerdo me da una lástima porque yo tenía ese libro y una visita que vino a mi casa y se quedó acá varios días, sin que me diera cuenta, se lo llevó—.

Por eso, yo me he puesto pichacoso con eso de prestar mis libros. Libro que prestas… no regresa a tu casa, eso es casi que una odiosa máxima inevitable.

Saludos

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Es una advertencia que no es escuchada y tampoco inevitable.
@JDuque somos ciegos hasta que nos toca sentir el fuego de nuestro propio infierno.
Saludos amigo, me encantó tu relato.
:clap::clap::clap::clap:

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Gracias mi estimado Chane!
Concuerdo contigo, me sucedió lo mismo en mi tiempo de estudiante. Una vez en una mudanza seleccioné mis mejores libros para salvaguardarlos en una caja y dárselos a un hermano que me los cuidara mientras me establecía bien en mi nuevo domicilio. Cuál no fue mi sorpresa cuando me dijo que había ido un maestro, vio los libros, le gustaron, se los prestó…y de allí todo es historia. Nunca más aparecieron. Llevaban mis notas, borradores entre sus páginas, subrayado lo que me interesaba. Nunca me he sobre puesto a ese pérdida.
En fin, buenas noches!

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Gracias @Ve54 !

En efecto, el equilibrio que tantos millones de años le costó a la naturaleza establecer, lo estamos rompiendo vertiginosamente.

Saludos afectuosos.

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Te creo… casi que te dieron ganas de llorar —el sentimiento de impotencia es sencillamente desolador—. Los libros son como los calzoncillos que llevas puestos: ¡¡¡Esa vaina no se presta a ‘naidem’!!! je, je, je Tengo una cantidad importante de libros en mi casa y fue precisamente por eso, porque me volví un coño de madre con la gente. Yo no soy una hermana de la caridad je, je, je

Saludos.

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