Trepa por entre la maraña y se agazapa sigilosa,
en cada nube gris de porcelana
Siento su presencia tibia y espesa
Huelo a cada instante su tinte morado
esparcido a retazos
en todo lo que habita, late y se palpa
Me compaña a cada paso
por el intrincado camino de la vida
Mi alma no es chispeante,
ni serpentea de brillos y esmeraldas
Mi alma está teñida de lucecitas tenues,
ya que desde hace tiempo
la nostalgia en ella se guarece
Lo que quiso ser y no fue,
Lo que soñé y volando despacito
por un escondrijo se esfumó
para nunca volver
Veo a lo lejos su silueta
vestirse de otoño,
repleta del candor que emerge
de cada hoja seca y crujiente,
que a ras del suelo danza una sonata
de pétalos de azahares y amapolas
Silueta recortada en los atardeceres encantados,
aguardando a la Luna
para calmar su llanto de lágrimas de corales
y así en gotas de rocío convertirlas,
para en las mañanas cubrir cada capullo de camelias
con su fino manto de secretos inconfesables