Enseñanza

Brisa que mece las rojas hojas
de los árboles de ensortijados ramajes
mientras la sombra convierte en mosaico real sus figuras excelsas,
¡no mientas!;

mirada que ofrece compañía amable
entre murmullos livianos del agua del torrente,
hábitat solemne donde encontrarnos sinceros,
¡no huyas!;

voz eterna sin procedencia cierta,
y, no obstante, seguro de vida por llegar,
¡no nos falles!;

risas inocentes de puro corazón
que abrís senderos firmes
en los que guarecernos de la tormenta infernal,
¡no nos abandonéis sin tocarnos el alma!,

que percibamos la garantía de vuestra palabra:
pues «quizá tengamos miedo, no lo dudo,
pero es seguro que somos valientes»
,
como nos aseguró el Maestro.

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