En algún momento todos
tenemos que enfrentar nuestra Gorgona.
Mirarla de frente, sin temor
a convertirnos en roca, sin la necesidad
de asir la espada y cortarle la cabeza.
A veces basta contemplarla
como el mito que es:
ficticia, ergo falsa,
incapaz de provocar sino un bostezo
al sabernos curados de su espanto.
Allá los hombres que aún cedan a su hechizo.
Allá quien no conoce las trampas
que se ocultan en sus cabellos.
Al menos yo, amigo Noel, me cuidaré de no ir al infierno, no quisiera tener que vermelas con ese monstruo, que es allí donde hace uso de la mágia de su terrorifica mirada. Hasta en el más allá, no quisierqa convertirme en piedra.
Buen poema.
Abrazos
“En algún momento todos
tenemos que enfrentar nuestra Gorgona.
Mirarla de frente, sin temor
a convertirnos en roca, sin la necesidad
de asir la espada y cortarle la cabeza.”
MI estimado, Pedro. Pues muy buena esa perspectiva, y esperemos que en efecto falte mucho para su encuentro. Pero a veces no necesitamos llegar al infierno para convertirnos en piedra. Un abrazo enorme.