Enamorados

           A cierta muerta mujer

Del pecho, que de tan feroz yo siento,
se enardecen las cenizas del beso,
y acoge en la hermosura de ese espeso
grito, el dulce ejercicio del aliento.

De la mirada que huye, un sentimiento
cubre de ceniza todo el proceso,
y en tus ojos reidores, el deceso
de las olas cual dulce acabamiento.

De tus manos que acarician la tarde
donde se yerguen los gritos morados
de lirios y un polvo dorado arde,

con tibia mansedumbre, en los mojados
recodos de tu carne, que, en alarde,
cubrimos de dulzura, enamorados.

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Gracias por tus palabras. Un saludo.