Y en tu boca ahogado moriría feliz, mientras tus labios me conducen a las cumbres del Olimpo, donde el dolor no existe; donde cada noche es efímeramente eterna. Rodeado de tus blancas manos, suspiro mis sueños encontrados al oído de las musas, que cantan alegres al amor que tú me entregas, que yo te entrego, que nos entrega a ambos a una pasión descontrolada, a un suspiro en el tiempo de los mortales, a una eternidad en el anhelo de los dioses. Y es que nadie apostó por nuestro amor, a excepción del sempiterno Destino, el cual, demostró a todos los dioses, la más poderosas de las fuerzas que rigen el devenir del universo.
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Gracias compañera.
Un placer.
Saludos
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Qué buena prosa; el amor y sus manifestaciones. Un gusto leerte.
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Un placer Lucía.
Muchas gracias compañera.
Saludos