Se acercan esos dos días
y una lágrima aparece
cada mañana y cada tarde
para no explotar
en ruinas
cuando lleguéis juntos;
guardo esas cartas de ella
que no puedo abrir
en su sonrisa todavía,
esas corbatas
de él
que me cuelgan del cuello
en otoño
y aprietan hacia mí
como lo hacía su sotana impecable
con orgullo;
y hoy todo me sale así
vestida en negro otra vez,
ya sin vosotros.
Tan difícil, tan eterno, se siente, traspasando al presente un recuerdo tan vivo, tan pleno, tan lleno de ti, eres tú en ellos, lo que nunca muere, por siempre, amiga!!!
Mi @Tali, con esa frase tan solo me destapa una etapa de mi vida, un ciclón de sentimientos que me anidan en el pecho y que estoy conteniendo porque quizá no lo soportaría, o no sé cómo manejar esas tormentas de belleza todavía.
Le cuento.
Un aciago día, a los 15 años cumplidos, la época plena de empuje, osadía y proyectos, emigro de mi casa hacia la capital del estado buscando estudios y hacerme una vida, sin una moneda pero con los bolsillos de la mente y corazón llenos del más valioso dinero, las ilusiones.
Entre llantos míos y de mi madre, no quise mirar atrás cuando sentí en la espalda las bendiciones que mi madre murmuraba, y la mímica que seguramente hacía santiguándome con su mano, cuando decidí emprender el vuelo.
Allí inició un intercambio epistolar. Cada que recibía una carta de ella, en esa letra manuscrita, rústica (porque mi madre se enseñó a leer y escribir por sí misma), sentía pedazos de su corazón en cada palabra que yo, con las más grandes de las emociones, descifraba.
Esos papeles amarillos ahora, los guardo como un tesoro. Allí seguramente hay gotas de sus lágrimas al escribirlas y mías al leerlas. Allí las guardo como mi más preciado libro de vida. Allí están los mejores poemas que he leído (y que es lo que todavía no me animo a abrir).
Hace poco vino mi ya anciana madre a visitarme. Sin ella saber que yo aún las conservaba se las mostré y abrí solo una de ellas y le leí un pasaje. Sollozamos. Es por eso que supe que aún no estoy preparado. Quizá nunca lo esté.
Es por eso que “guardo esas cartas de ella que no puedo abrir”
Gracias por recordarme este gran pendiente que tengo y por cómo siempre, su poesía viva que algo nos remueve.
Octubre se nos viste de negro, amiga… por más que pasen los años.
Yo todavía tengo música que me encanta y no puedo escuchar, porque era su música. Duele mucho.
Y no pasará nunca, pero, como dice alguien que conozco y quiero, está bien.
Hola poetisa. Desde mi lectura, tus letras conmueven con su dolorosa simplicidad. Tu pluma parece anticipar un evento especial que evoca emociones abrumadoras, la pérdida de seres queridos.
Los objetos y recuerdos se convierten en testigos silenciosos del duelo, y la última línea muestra una resignada aceptación de la pérdida.
Cuando llegan las fechas señaladas, el alma se viste de ausencia, hay algo que atenaza el corazón, el dolor hurga por dentro y hace reventar las entrañas del poeta, la poesía surge como un torrente libertador y el corazón se libera, el dolor se disuelve como la bruma y las entrañas se purgan. El poeta siempre vive del dolor, aunque a veces se sirva de la alegría. Eres una gran poeta, pues escribes desde el interior y la poesía te brota como un manantial, sin quererlo. Un saludo.