Sí, como la carne de dioses minúsculos… la idea en nosotros, anhelaba vehementemente empalabrarse en la forma de palabra exacta, con el peso justo de su sugerente impalpabilidad y sentido… en la mente se nos empoza la imagen nonata.
Quiere nacer bajo la forma de un garabato escriturado, con su apariencia rígida de espinosa gótica en la pisada prénsica de un rudimentario unincunable con ese aroma a papel viejo insolado en decolorada en sepia.
¡Aaaah!, la imaginación es como un libro grueso que se abre cósmico, en el silencio del estanque levitando como un loto de mil pétalos blancos, lácteos, béibicos con esa juventud nueva y rosadeante… Se abre, porque lo preña el plenilunio, cuando acaece el retrasado equinoccio en abril.
Las maderas licuadas se enlechan en una especie de sopa de avena… se cedazan, se filtran por una trama cada vez más mínima hasta desecharse como momias en albos folios, que, reunidos unos sobre otros en la horizontalidad aplastante de un encuadernado libro, al más puro estilo veneciano.
El demiurgo es un sufriente inevitable: escribano puro como digno hijo de Thot, co-creantes somos, creamos a través de lo que hablan las manos… lo que escribimos se encarna… igual que un feto, toma forma genérica y crece… bajo la omnisciente mirada de su autor.
Y como alumnos de la musa altisonante, nos hacemos capiopíadas, enfrascándonos entre el oropel de hipotéticos humos renglonados o en la vivacidad de enmarañadas nieblas caligrafas al boceto… tejiendo así —a lo lento— toda esa enredadez deliciosa, en el divino cuerpo en el que se empalabra la Historia.
Sí, somos dioses minúsculos de la palabra.-
Chane García.
@ChaneGarcia
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