En estos días pregunto,
¿dónde queda la inocencia,
la esperanza de los Niños
y los hombres sin problemas?
No hay respuesta a la pregunta
y hay silencio que me aterra,
miro al campo, a las ciudades,
y me vuelvo hacia mi aldea.
Caminito de Belén
hay un Niño que me espera,
para darme unos regalos
y los versos de un poema.
Hay en ellos la caricia
de la brisa marinera,
la que dejan las resacas
en la playa y en la arena.
Hay susurros de unas voces,
con corales y leyendas,
retenidas en los mares
y que cantan las sirenas.
A lo lejos se ven sombras
en la noche con siluetas,
de camellos y pastores
acercándose a la aldea.
Y es que llega el nacimiento
de ese Niño que se acerca,
el que anuncian de los cielos
con la luz de las estrellas.
Y adoramos a ese Niño
y sentimos su presencia,
inundándonos de gozo
y caricias navideñas.
Por eso, sigo y pregunto,
sin obtener la respuesta,
¿dónde están los corazones
que ante el dolor no se alteran?
¿Y las manos y los labios
del que ofrece lo que lleva,
y el que entrega, en estos días,
paz y amor, en vez de guerra?
Rafael Sánchez Ortega ©
23/12/24