Caótico estado de un mundo convulso
fuera de control, situación lamentable
de este paciente que perdió el pulso.
Despertó un nuevo enemigo abominable
que se ceba en los viejos y desvalidos,
tumba el empleo la economía inestable.
Te aísla de amigos y seres queridos
las restricciones que gobiernos imponen;
muchos son de sus trabajos despedidos.
A cerrar sus negocios otros se oponen,
mientras aumentan los contagios y muertes;
los sanitarios son los que más se exponen.
Además de informar que aumentan los ERTEs,
somos bombardeados por malas noticias,
aterrando a ambulantes seres inertes
que anhelan los abrazos, las caricias.
El miedo al contagio reina y la ansiedad
ahuyenta cuan apestosas inmundicias.
Parió enfrentados bandos la sociedad:
ventanas que al ocaso, al silencio abren,
y negacionistas… “todo es necedad”.
Veloz la carrera, que el remedio labren,
mientras alguien clama por su ser amado;
los científicos, que no nos descalabren.
“No pude despedirme, estar al lado,
estrechar su mano, mirarlo a los ojos,
decirle lo mucho que lo he adorado”.
Demasiadas fiestas, muchos desalojos
producto de la pandémica fatiga,
vulnerable al virus con remedios flojos.
Es la mascarilla tu mejor amiga
hasta conseguir sacar una vacuna,
que la inmunidad de rebaño consiga.
Senda de muertes, secuelas y hambruna,
escaseando el consenso en este escenario;
penurias que hacen a otros forjar fortuna.
Sigue mirando la cara del denario
y acuña frases como: “quédate en casa”,
“a este virus lo paramos juntos”, ¡fario!
No uses las mascarillas, ¡a ver qué pasa!
Ni guardes cuarentena, o laves las manos.
¡Cuando te contagies, bien darás la brasa!