En entredicho las mentiras

Puestas en entredicho las mentiras
bastante poco recorrido tienen,
pues al instante con pasión las iras
surgen sin argumentos que las frenen.

Porque al mentir se aumenta tanto el miedo
que la cabeza del dolor explota,
mientras chupándose el farsante el dedo
acabará con la sesera rota.

Así las cosas, caña al mentiroso
que atención no merece ya ninguna,
por ser un charlatán y por tramposo
a enredar que le manden a la luna.

Pues aquí ya nos sobran los rufianes
que al diablo vayan con su propios planes.

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