Era alimentada con escarcha
por un viento con dientes de nieve.
Los suyos, los que la criaron,
en el más más hermoso vientre la plantaron
en la luna de noviembre
cuando la lluvia regaba la simiente.
Un hortelano confiado mira el cielo y
siente como en el suelo palpita el nacimiento.
Un brote revienta en la tierra,
crecer es su empeño gozoso
buscando el sol de mayo
amado y cuidado por las manos.
El viento del fuego vendrá y cortara el fruto,
el hortelano extraerá a su hijo oculto.
Y con el regreso de nuevo de noviembre,
los suyos cogerán la muerte que volverá al viento,
para que esté de nuevo la deposite
en el hermoso vientre que queda abierto
en la huerta y el tiempo
bajo estrellas y silencio.