En aquella tarde

En la tarde aquella
cometí un pecado,
me acerqué hasta el río
y escuché su canto,
eran melodías,
que dejaban labios,
sin ninguna cara
y con gran cansancio,
lágrimas amargas
y profundos llantos,
ahora reprimidos
con suspiros rancios,
y hasta en los recodos,
donde hubo meandros,
hoy están ausentes
los rincones mágicos…

En la tibia tarde
se me fue la mano,
al buscar la tuya
y sus dedos cálidos,
encontré la fuerza
que animó mi paso,
y encontré la vida
y el sentido horario,
recobré el latido,
hasta el pecho amargo,
de ese verso ausente
que persigo y clamo,
porque el río lleva
un susurro extraño
y el mensaje eterno
que yo busco en vano…

“…En la tarde aquella,
(junto al río sabio),
le abracé en silencio
y te amé despacio…”

Rafael Sánchez Ortega ©
22/04/20

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