¿Quién viene? –¿Quién me llama?
No digo nada y busco las estrellas
cuando nadie contesta y no puedo besarte.
¿Cómo ocultar tu presencia,
si la ausencia va de prisa?
Ya no volverán las noches de bohemia;
los odres se han quedado sin vino
y afuera permanece tu canto de amor
y de vendimia, con ese rictus
que la tarde vierte.
Mi amor ya no se agita en este bar sin vino,
ni en las cavas tranquilas y ocultas de noviembre.
Guardaremos silencio hasta que el corazón
y la noche, de pronto de nuevo nos descubran.
¿Acaso no es posible llevar el amor apagado
entre las manos y sentir disgusto y pena
por no saber cómo encenderlo?
Cayó pronto la sombra, cuando escuché
que un murmullo me llamaba.
¿Será el llanto divino cayendo lentamente
sobre los minuteros de una clepsidra antigua?
Sentí que la vida se calmaba y era quieta
y se fueron apagando los cirios encendidos.
¡Se ha marchado Venus, se ha hecho vieja!
¿Es que acaso, las aves emigran y no vuelven?
Hay días que en nosotros dejan huella
y van dando cabida a los silbidos tan fríos,
impasibles e inclementes del invierno.