Cuchillos de plata rasgan
la quietud de la noche.
Los llantos ahora son mares de sangre.
Los caballos de la ira parten hacia la montaña.
¡Bendita sea la noche, que venga los cuerpos de los difuntos!
-¡El embrujo del fuego purifica el mal, mi niño! ¡Quema ya, tus ropas de culpa!-
El tambor de la luna despierta
tanto a vivos como a muertos.
Formando un círculo alrededor
de la hoguera y bailando todos una danza
hasta que muere la noche.
Al despertar el día,
empañadas de rojo
se encuentran las ventanas.
Escucho los ecos del dolor
que fluyen por los ríos
como solitarios navíos
en busca de naufragios.
¡Bendita ahora la lluvia que besa el rostro de los muertos!
Seguiré esparciendo el luto
del lenguaje de la lechuza
antes de que reciba el aliento del toro
y pueda descansar en la tierra.