Ella odia mi rostro envejecido,
mis dientes escasos,
las cicatrices en mi espalda,
y las arrugas de mis manos
como mi boca que no sabe sonreír.
Ha olvidado que la amo
desde que naciera,
que fueron en mis brazos
sus primeros pasos,
ahora ella me odia.
Me odia porque no me ve,
no estuve cuando se casó
y menos cuando quince cumplió,
olvido mi jaula
y juzgó su corazón.
La llamé en su cumpleaños,
solo llegué a escuchar su respiración,
un segundo de su voz
me hubiera bastado
para dejar este encierro.
Pero no dijo nada,
y su silencio me dijo todo,
ella me odia
y no hay día en que no piense
en cómo estará allá.
Allá donde todo es perfecto,
no le falta nada a su vida,
casi nada solo un padre,
al que odia con mucha fuerza
sin conocer su verdad.
La verdad que duele y no quiere conocer…