Nadie regresa de su hora, pero
ella espera.
Sus ojos miran
su mente piensa
espera
no deja de esperar.
La calle permanece vacía
¿Hablarán entre sí, los adoquines?
Nadie vuelve
sus manos caen lacias
haciendo compañía a sus costados
manos vacías, solas sin las suyas
pero duermen en ellas su calor
el olor de su piel, tan singular
aquella suavidad… al acariciarla.
Las ruedas de los coches
llevan la música del que retorna
no son sus pasos
es el muchacho alocado
sobre el patín haciendo equilibrios.
El anciano y su perro
el perro y el anciano
el gorrión en suelo, dando pequeños saltos
y la vereda vacía, sin rastro de su imagen.
Dicen que nadie regresa
ella sabe que debe esperar un poco más.
Hasta que calle, la calle.
Hasta que pase el viento
y despeine al árbol.
Hasta que lluevan poemas
como los que le escribió
cuando le daba el sol
a través del cristal y sonreía
pronunciando su nombre.
Los que saben, dicen que no regresan
pero tal vez, no lo hacen
porque nadie les espera.
Ella espera, sin desesperarse
no deja de esperar, hace ya mucho.
El muchacho vocea el periódico
una pareja se besa
la luna quiere salir
aunque una nube no la deja.
Son las muchas
los muchos
los años
las nadas, y ella
sentada al borde de la vida, espera.
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