Elegía al hado

Me he vestido de negro en esta mañana de gran hastío.

He agarrado mis maletas,
mis trajes,
mis entrañas,
y los he enterrado a todos sin piedad.

He llorado frente a una tumba sin lápida, y al sollozar tan fuerte por mi pérdida arrolladora,
una luz blanca se ha hecho a lo lejos.

Mi madre- la nuestra-,
ha aparecido entre la neblina
a contarme, con pena,
por qué Dios te ha arrastrado de mi vida.

«¡Me duele más tu pena que la mía!», ha dicho susurrando.
«Madre, ¿qué he de hacer ahora? ¡Qué huérfana me siento!»
«Solo es huérfano quién en nada cree, ¡aquí estoy yo!»

Aquí está ella, pero, ¿quién más?
¡Qué vacías resultan las palabras cuando el corazón está demasiado roto para oírlas con plenitud!

«Madre, ¡ni tú puedes consolarme!», he lamentado.
«Lo ves todo negro, ¡sal de aquí, hija!»
¡Qué difícil resulta vivir la muerte de un hijo cuando también lo has perdido todo!

«Espera el reencuentro…»,
ha esperanzado mirándome a los ojos.
«¡Qué difícil resulta vivir la muerte de un hijo!»,
ha terminado por decir.

En un segundo,
la luz se volvió de nuevo sombría,
y una burbuja blanca me envolvió.

Mi madre se fue, brotó un clavel junto a mi hijo.
«¡Hijo, espérame junto a mis padres!»,
un sí se escuchó a los lejos.

Desperté a mis piernas,
llamé a mi fuerza y agarré
mi nueva maleta de Fe.
porque, ¡qué difícil resulta vivir la muerte de un hijo cuando también lo has perdido todo!

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Son letras desgarradoras y sombrías, pero hermosas. Saludos, Nazaret

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Vaya poema para narrar el dolor inmenso de perder un hijo.
Y luego mostrar ese consuelo que se puede encontrar en la fe y la conexión con los seres queridos.

Un poema de contrastes entre la profunda sensación de pérdida y las chispas de esperanza que pueden ser halladas.

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