Sueña la libélula en lo alto de un junco
con el estanque que hoy es su casa
y mañana tendrá que abandonar.
Sueña con la hoja de nenúfar
y su baile tectónico
acunando a las ninfas.
Duerme con sus ojos abiertos
la noche antes de partir;
y frente a ellos, una cascada
de imágenes y recuerdos
adornan la espuma del torrente
y sirven de coro al canto del grillo.
Serenata que pronto cesará
y su silencio despertará al amanecer.
Amanecer lluvioso, triste y gris,
pero tranquilo y reposado
para desplegar las alas
y navegar entre mareas y ventiscas.
Sueña la libélula en lo alto de un junco,
sueña con un día más;
un día más de olor a tierra húmeda,
un día más junto a peces circenses;
junto a rayos que vibran sobre el río,
hijos de la sirena y su arpa.
Despierta la libélula;
al fondo, el océano.
Despierta y su enjambre espera,
y rumbo a no se sabe dónde
quiere perderse entre sus miedos,
perderse
para encontrarse.